Número de edición 8481
La Matanza

Villa Celina: Comenzó como un comedor, hoy ya es un Centro Comunitario

Biblioteca Popular y Centro Comunitario La Esperanza1

Nora Adámoli
Noraadamoli.nco@gmail.com

La institución empezó a funcionar en el año 2000, como un centro para asistir alimentariamente a todos aquellos que lo único que tenían, era hambre. Norma Rodríguez es, desde el inicio, la titular de lo que se convirtió en la Biblioteca Popular y Centro Comunitario La Esperanza, un espacio que brinda contención con muchas actividades, muy bien recibidas por niños, jóvenes y adultos del Barrio Las Achiras. “Si le enseñás a los chicos a ocupar la mente en lo que es, por ejemplo, un taller, creo que construís un mañana”, admitió la mujer, resumiendo parte de su noble y amplia tarea que perdura pese al correr del tiempo.

“Este año van a hacer 13 que comencé con el comedor. En esa época había mucha miseria y lo construimos en el patio de mi casa”, contó la mujer añadiendo que la entidad fue evolucionando con el aporte que realizaron los psicólogos sociales y arquitectos, que colaboraron además de elegir a la fundación para realizar sus tesis. Estos jóvenes, provenientes de la UBA, no fueron los únicos en acercarse, también hubo referentes de empresas.

Y Norma tampoco se quedó dormida: difundió la actividad del comedor por todos los lugares que pudo, empezando por la prensa nacional, hasta que en 2007 –aproximadamente- se buscó transformar la institución, ya que la Provincia promovía que no se abrieran más centros de este tipo debido a las políticas sociales que se habían aplicado, y se optó por sumar diversas actividades. “A través del tiempo fui poniendo una biblioteca, una sala de computación, un taller de ajedrez, de malabares, clases de danza árabe, los chicos que bailan la música de los Wachiturros, de todo”, mencionó.

“También tenemos la escuelita de fútbol y ahora se instaló una radio en el barrio, así que vamos a ver cómo nos va”, destacó. De este modo, el Centro Comunitario crece cada día más, en el patio de la casa que Norma comparte con su esposo, también inserto en la noble causa. Gran parte de lo que hacen es por su propia voluntad. No perciben subsidios, todo es sin fines de lucro. Lo único que cobra Norma es una pensión por la enfermedad que padece: vitíligo. Pero sigue adelante, siempre, por los chicos a los que les da absolutamente todo lo que consigue.

Ambos, se encuentran permanentemente en contacto con el barrio y observan las necesidades de los vecinos. A diferencia de otras instituciones, superan el entregar mercadería u ofrecer una copa de leche a los más pequeños. “Aquí hay chicos discapacitados, otros que están en riesgo, con padres golpeadores, por ejemplo…estando en la villa una encuentra muchas cosas, diferentes calidades de vida, todo muy distinto a lo que se ve desde afuera. A veces se piensa que en todos lados es lo mismo”, reflexionó.

Con respecto a la respuesta de los chicos, comentó que en esta etapa del año, en donde se brinda apoyo escolar, se acercan entre 15 o 20. “La gente se suma a través de los talleres. Aquí, en total, tengo alrededor de 150 familias, con seis o siete chicos que alcanza alrededor de 200 nenes. Yo los considero así, como un grupo, porque si le doy a un hermanito le tengo que dar a otro porque lo que se llevan es para que coman todos juntos. Y bueno, a través de la Provincia recibo un cupo para 60 y después, los chicos de Semillero y de Hormigón, que me consiguen alimentos no perecederos para llegar a los objetivos que tenemos”, mencionó.

Más allá del comedor

En este sentido, explicó que no percibe un subsidio ni cobra ningún tipo de sueldo. “Trabajo ad honorem y más que nada para los más pequeños. Siempre dije que si me metiera en política, estaría sentada al lado de la Presidenta, pero como no sé leer ni escribir, estoy fuera de un puesto y trabajo solamente para los nenes. No me peleo con nadie ni quiero hacerlo. Yo siempre digo que no soy política aunque todo se tire para ahí, pero si yo trabajo con los chicos, no pretendo hacerlo con los grandes porque no entienden. Hoy en día, los pibes de 14 años para abajo necesitan contención y estudios por el hecho de que si vos le enseñás a ocupar la mente en lo que es, por ejemplo, un taller, creo que construís el futuro, un mañana”.

No obstante, aclaró que hay casos en los que los padres aceptan que los niños se acerquen a la entidad, pero no se prestan a colaborar. Por eso, Norma decidió quedarse únicamente con esa labor y, lo que se junta para distribuir, se entrega hasta que se termina. “Cuando hay, hay y cuando no, no. No les miento. Trabajo distinto. Hago las cosas para ellos”, resumió.

Cabe destacar que también es importante la labor que Norma realiza con los niños y jóvenes con capacidades diferentes y con quienes se encuentran en un estado de vulnerabilidad extrema. De hecho, varios chicos viven con ella, como hijos del corazón.

“¿Para qué me voy a hacer más mala sangre? Directamente les doy todo a ellos. No me puedo prestar al juego de ser política porque no sé leer ni escribir. Puedo defenderme y discutir pero no puedo pelear el puesto con nadie porque no sé, entonces ayudo a mi comunidad. Hay gente a la que le cae mal mi forma de trabajar, pero tenemos que ayudar a los chicos que son el fruto del mañana”, dijo.
Pero no se olvida de nadie: cuando se acercan ancianos o personas que no tienen para comer y le piden un paquete de azúcar, de yerba, de arroz o de cacao, la ayuda de Norma está.

Una familia comprometida

“Mi marido ayuda a la par. Él cobraba el plan ‘Jefes’, se lo sacaron; cobraba la asignación y se la sacaron antes de que mi hijo cumpliera los 18 años; ahora es discapacitado, no percibe ningún sueldo pero seguimos luchando por los chicos”, explicó. Su esposo es soldador, por dicha tarea, sus ojos quedaron severamente afectados.

A Norma le gusta que la gente se acerque. Ellos están siempre dispuestos a conversar, a mostrar la serie de actividades que hace esta organización que ya cuenta con su Personería Jurídica y evaluar de qué modo se le puede dar una mano.

“Hace 13 años que venimos luchando y eso indica que venimos haciendo las cosas bien. Yo hago y deshago aquí. Cuando comencé, le daba tanto de comer a mi barrio como al 17 de Noviembre, que estaba formado por una colectividad boliviana. Traté de que no hubiera peleas entre las zonas y busqué que hicieran un comedor allí. Yo no hago distinciones”, dijo.

Una vida dedicada a la solidaridad

Aunque el entonces comedor se fundó en el año 2000, la actividad solidaria de Norma viene de mucho más atrás en el tiempo. Su juventud no fue sencilla, pero siempre salió adelante. “Cuando yo tenía 14 o 15 años nadie me ayudó para sobrevivir. Yo había quedado embarazada muy joven y antes no se aceptaba eso. Me abrí camino y en lugar de odiar a la sociedad, me hice fuerte, sembré amor y ganas de ayudar”, expresó.

Y así fue. A fines de los 80, empezó a ofrecer sus manos. “Mi marido tenía un club de barrio. Llevábamos a los nenes a jugar al fútbol a González Catán, a Virrey del Pino, a Gregorio de Laferrere, por ejemplo. A veces alquilábamos un micro o una camioneta entre cinco personas. Pero los padres no aportaban lo que se necesitaba. Y nosotros no podíamos tener a los nenes todo el día sin comer, por eso tuvimos que dejar”, señaló.

“Tuvo que ser así. Costaba juntar el dinero, todos vivimos en una villa, así que no se pudo”, remarcó agregando que ese final abrupto fue algo que les generó dolor. Posteriormente, él se dedicó exclusivamente a los adultos en el club “Patria”. Allí había tanto equipos masculinos como femeninos, participando del “Campeonato Evita”, celebrado en Gregorio de Laferrere.
Luego llegó el comedor, la biblioteca, el centro comunitario…todo lo que logró con su esfuerzo y el granito de arena que pusieron muchas personas. Y sigue, pese a todo. Solamente interrumpió su marcha a fines del mes de marzo, cuando la salud la obligó a pasar por el quirófano. En realidad, el freno se lo puso tu familia: “O te operás o te cerramos el comedor”, fue el ultimátum. Y Norma entendió. Debía estar bien para continuar irradiando amor. Sus chicos la necesitan. Su comunidad entera quiere verla como siempre.

¿Cómo ayudar?

Dirección: Manzana 14, casa 16, Barrio Las Achiras, en Villa Celina. Teléfono de contacto con Norma: 011 4462-0107.

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2 Comentarios.

  1. La Esperanza es un lugar lleno de magia y amor, mientras estuve en Bs. As. participe del taller de ajedrez, ahora la vida me ha llevado a recorrer otros parajes, pero Villa Celina, Norma y toda la gurisada están en mi corazón.
    Cuando vuelva a mi pago, La Esperanza es uno de los primeros lugares que voy a visitar….

    Le envío un abrazo enorme y toda la fuerza para Norma el Chino y toda esa gran familia hermosa…!

    Alan

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