Número de edición 8481
Opinión

Opinión: De Abogados y Jueces

Pag.2_ Dr. Hugo López carribero
Hugo Lopez Carribero
Abogado penalista

Para muchos abogados, cuando más se les estrecha la mente, más se les abre la boca. Esto también vale para jueces y fiscales.

Le tengo más temor a un ignorante con iniciativa que a una tribu de caníbales. Al final nunca estuve rodeado de caníbales. Pero a los ignorantes con iniciativas los veo por todos lados, son figuras decorativas del paisaje de tribunales.

La abogacía es una actividad muy competitiva. Dentro de la esa competencia nos acercamos al rencor, al odio y a la envidia cuando nos alejamos de Dios. El odio es el veneno que nosotros mismos tomamos, esperando que le haga efecto al prójimo. Es la brasa que tomamos con la mano para lanzarle a nuestro ser odiado.

Los años de profesión me enseñaron que de lo bueno que me da la vida, debo disfrutar cada momento. De lo malo aprendo las experiencias. Estas dos cosas son las que Dios quiere de mí. Cada instante de la vida, toda gracias a Dios.
Pero claro, sin perjuicio de ello soy abogado penalista, hincha de Boca y peronista.

Sostengo que todos, me incluyo, debemos invertir una hora de nuestras vidas consultando con nuestro abogado de confianza. Pero esa consulta debe ser cuando el abogado está dispuesto a atender correctamente al cliente.
Es decir no se debe llamar al abogado a las tres de la tarde del día domingo.
Yo abogado penalista, no bombero.

La consulta oportuna es, nada menos que evitar amarguras, horas sin dormir y riesgos que no resultan necesarios. Solo los abogados conocemos los derechos de los ciudadanos de manera muy particular. Evite engaños, consulte, y luego consulte otra vez.

Es fácil advertirlo, los abogados de buena fe no tienen códigos, sino principios y valores de decencia.

Pero el mejor de los abogados es el que a menudo duda de algunas obviedades. Desconfíe del que todo lo sabe, y únicamente cuenta las ganadas. Desconfíe en aquellos que afirman nunca haber perdido un juicio, salvo que usted esté viendo una película de ficción tribunalicia, pues entonces deje de leer estas líneas, apague la luz y disfrute del film.

El buen abogado nunca discute, solo simula discutir. Pero el más torpe es el abogado que discute con su propio cliente.

Es muy común que el cliente quiera discutir con el abogado. Muchas veces el cliente se siente frustrado, con impotencia al enfrentar un juicio, y encima tiene que abonar los honorarios del abogado para que lo defienda.
Ese cliente está enojado con la vida. Se pelea con la esposa y trata mal a sus hijos. Son los mismos que se bajan del auto a pelear en la calle con el tipo que los encerró con la moto.

Esto es un cóctel de emociones negativas que a veces explota en el temperamento del cliente, y a menudo esto sucede dentro del despacho del abogado. Es el instante en que el cliente del abogado debe convertirse en el paciente del psiquiatra, antes que el paciente del psiquiatra sea el abogado.
Pero el abogado tiene que saber que esto es como en el boxeo, cuando uno no quiere, dos no pelean.

Pero cuidado, y mucho cuidado. Un abogado soberbio es más peligroso que un edificio en ruinas. Al edificio se lo puede apuntalar.
Aunque también son muy difíciles de tratar los que quieren, pero no pueden.
La imposibilidad los hace y los convierte en seres agresivos, furiosos y enojados con los demás y consigo mismo.
El orgullo vanidoso de algunos abogados, es como el veneno que corre por sus propias venas. El abogado que se enfada por las sanas críticas reconoce, aunque no quiera, que las tenía bien merecidas. Puede esto observarse en el ámbito de la administración de justicia, y con mucha facilidad.

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