Número de edición 8481
La Bata

LA BATA: reseña M B V: Huele el espíritu adolescente, de nuevo

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Smell like teen spirirt, again! My Bloody Valentine marcó un antes y después en la historia del rock con Loveless (1991). Después de exactamente veintitrés años y un silencio eterno, sacaron nuevo disco así de la nada. El amor después del amor, o mejor dicho, el “shoegaze después del shoegaze”. De un día para el otro se despacharon con “M B V”, nuevo disco que con sólo nueve canciones nos hace pensar… ¿Vuelven los 90’s?

Por Jonathan Agüero Cajal JVAC
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Hubiera sido incluso mucho más factible que volvieran a juntarse The Smiths que My Bloody Valentine. Eso si Morrissey y Johnny Marr no estuviesen tan peleados. Fue inesperado, nadie se lo imaginaba. Corrección queridos lectores, muchos deseaban con fuego en sus corazones que volviera a juntarse la banda de Reino Unido pionera del sonido shoegaze que intentó dar el último golpe en la historia del rock: el rock alternativo de los 90’s. Tal vez algunos se preguntarán ¿Qué es el shoegaze y qué hizo ésta banda casi desconocida pero que es una joya de culto para muchos melómanos? Fue por así decirlo la antesala de lo que años después lograría Nirvana popularizando el grunge y el mítico Nevermind.

Finales de los 80’s se estaba gestando un nuevo género musical, el punk y los raros peinados nuevos de la new wave estaban perdiendo fuerza y sería el indie, o el rock under universitario, y de garage por así decirlo, el que traería nuevas ondas musicales. Sonic Youth, Pixies, Dinosaur Jr, crearían el “noise”, la “escuela del ruido”. Un nuevo género dentro del rock cargado y saturado de distorsión, pero lleno de melodías armoniosas, voces desgarradas y susurradas, una estética más sencilla y despojada, adolescentes apáticos que plasmaban su visión de un mundo globalizado que se venía sombrío. Y se les venía. De todas ellas, una banda con origen en Dublín, Irlanda, llegó para dar cátedra del género y convertirse en leyenda del rock independiente.

My Bloody Valentine, “mi sangriento Valentín” un nombre que ya desde el vamos marcaba una tendencia. Sus integrantes Kevin Shields, Bilinda Butcher, Debbie Googe y Colm O’Cíosóig eran por aquel 1991 cuatro jóvenes de aspecto desalineado, frágil y melancólico. La estética del desencanto. Cuatro niños que apostarían todo lo que tenían para crear primero Isn’t Anything (1988) y luego su obra maestra “Loveless” (1991). Todo estaba perfectamente calculado, desde la tapa color magenta con la fender jaguar rasqueteándola a todo lo que da, símbolo característico del sonido shoegaze. Tocar la guitarra con una muralla de ruido, camisa a cuadros y jean gastados, mirando al suelo, a los zapatos (por eso “Shoe” “Gaze”) con la guitarra llorando entre los dedos. Loveless era el resultado perfecto, el sonido de una generación descontenta pero que sabía que había que cantar con voces fragmentadas, como susurros de ensueño al oído en contraposición al ambiente denso de guitarras, loops y sintetizadores. Con este disco experimentaron toda clase de ruidos, logrados y también con gusto a lo-fi.

Después vendría sencillamente el silencio. Todo lo que gastaron para grabar semejante rareza les vino en contra, sumado a que muchos no pudieron comprender la obra. Un buen disco no necesariamente es un hitazo pop radial, y como siempre decimos en la radio no está el futuro del rock, sino en los escombros, léase hoy en día internet, blogs, soundcloud. Sin embargo como suele suceder con muchas obras de arte, lo que no es comprendido en un principio será el abc de una futura generación. Kurt Cobain aprendió de My Bloody Valentine, al igual que Radiohead, el mismo Sonic Youth post 90’s, y hasta en nuestro país con Soda Stereo y el disco bisagra del “nuevo rock argentino”, “Dynamo” de 1992. Hoy en día hay un revival de bandas que toman en su influencia sanguínea el sonido de Loveless y que son muy recomendables como por ejemplo The Pains of Being Pure at Heart que apenas sacaron su disco hace un año y suenan increíbles.

En fin, pasaron veintitrés años. Pasó la generación X, los 90’s. El rock entró varias veces en un estado depresivo puesto que ya no hay timón ni género ni fórmula que seguir. La globalización se apoderó de los sintagmas y la propia estructura del rock pero afortunadamente salió beneficiado: internet y las millones de bandas que hay hoy en día, sumado a que cualquiera puede grabar su disco en casa y subirlo a la red. My Bloody Valentine anunció que sí o sí iba a grabar nuevo disco antes de que murieran (bromas aparte) y antes de finalizar 2012 terminaron de mezclarlo.

Previamente a su lanzamiento el propio Kevin Shields comentó que el nuevo álbum “suena a la banda, diferente, pero no radicalmente distinto. La gente pensará ‘sí, suena como MBV”. Y así como si nada, de un día para el otro, ¡oh sorpresa! Lo subieron en streaming para escuchar, comprar y descargar en su formato digital, cd y vinilo. Saturando la noche del 2 de febrero, y colgando la misma página web. Este cronista lo pudo comprobar. Así de simple, sin rodeos y vueltas. M B V (siglas homónimas de la banda) es el nuevo disco de My Bloody Valentine después de dos décadas. Yendo al grano, ¿cumplió las expectativas? Sí y no, pero más que sí. El disco no defrauda cambiando el estilo, tiene exactamente el mismo espíritu y casi el mismo magnífico sonido de la banda shoegaze que era, pero no tiene el grado de experimentación enfermo que tenía Loveless. Hay temas lo-fi y melancólicos como la intro de “She found you” (track1), el hitazo instantáneo dulce como la azúcar “Only Tomorrow” (track2), una experimentación muy extraña (nueva para el perfil de la banda) con sintetizadores nocturnos en “Is this and yes” (track4). La segunda parte de M B V intenta abrir un nuevo panorama para la banda de Dublín, como por ejemplo la dulce y hermosa “New you” (track6) donde el espíritu suave veraniego brit pop del primer Radiohead sobrevuela la atmósfera. Los últimos tres temas, “In another way”, “Nothing is” y “Wonder2” representan el grado máximo de experimentación, moribundo, insoportable y claustrofóbico; predominando la explosión de la electrónica y los loops.

De cualquier modo, es saludable ver como los músicos de los 90’s pueden volver del terrible letargo e imagen que se tiene de esa década, como todos muertos. Un rock sombrío que tenía el corazón en la mano pidiendo un abrazo desesperado. Es bueno ver a los chicos de My Bloody Valentine pasados en años, maduros. Se nota en sus cuerpos el tiempo pasa factura, pero en sus rostros se ve la misma energía como hace veinte años atrás. Hace pensar que si Kurt Cobain (que murió tan joven) hubiera visualizado que hay un camino después de todo, habría tenido una mejor calidad de vida. Es cuestión de verlo e imaginarlo.

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