La idea de contar con un helicóptero liviano en base a tecnología propia surgió del Ejército y se plasmó en un proyecto de Augusto Cicaré, el legendario constructor de helicópteros de Saladillo. Así se gestó el CH-14, “Aguilucho”.
El CH-14 surgió en 2005 como un simple plano en una mesa de dibujo y en 2007 hizo su primer vuelo de pruebas. “Entre medio se dio una gran experiencia de colaboración entre el Comando de Aviación del Ejército, la Facultad de Ingeniería Aeronáutica de Universidad Nacional de La Plata, Cicaré y numerosos proveedores nacionales”, señala Santiago Adaime, piloto de pruebas de la aeronave y testigo de la evolución del proyecto desde su mismísimo comienzo.
El helicóptero forma parte de la nueva generación de diseños cuya tecnología de construcción hasta ahora estuvo reservada a los países centrales. “Hoy el CH-14 es el desarrollo más importante en América Latina en materia de helicópteros. Pero la idea del proyecto va mucho más allá que construir el aparato en sí mismo, porque lo que también se está buscando es desarrollar una industria de proveedores de partes y de formar especialistas en la materia”, explica el piloto.
El “Aguilucho” tiene un tercer protagonista: el Departamento de Aeronáutica de la Facultad de Ingeniería de Universidad de La Plata. En ese sentido, el director de la carrera, Marcos Actis, acordó ofrecer asistencia técnica y ensayos, a cambio de que los alumnos pudieran hacer prácticas supervisadas en la fábrica de Saladillo. Así, el helicóptero terminó siendo el resultado de la sinergia generada entre un proyecto militar, una apoyatura universitaria y una empresa nacional con tecnología de alto valor agregado.
Si bien se trata de un proyecto de originado para actividades de defensa, Adaime señala que “un aparato biplaza de estas características puede tranquilamente ser utilizado en una enorme variedad de usos civiles, como tareas agrícolas, fotografía aérea, lucha contra incendios, entrenamiento y hasta en la revisión de gasoductos y líneas de alta tensión”.
El “Aguilucho” tiene una capacidad de carga de 700 Kg. y una velocidad máxima de 240 Km./h. Tiene una autonomía de unas tres horas y vuela con un techo de servicio de unos 4.500 m.
También se lo puede observar “en vivo” en el predio de Tecnópolis (continente Aire), en las cercanías de los viejos aviones Pulqui y de otros orgullos de la industria aeronáutica nacional.